viernes, 22 de mayo de 2015

Humberto Costantini




El futuro

Qué lindo era el futuro,
el futuro
del pizarrón de cuarto grado,
todo hecho con tizas de colores
y una confianza buena,
de las viejas,
de esas que ya no se consiguen
ni pagando al contado.

Era realmente lindo, lindo
aquel futuro
del pizarrón de cuarto.
Había chicos decentes
tomados de la mano,
chicos con las orejas limpias,
y las medias derechas,
y los dientes seguramente cepillados.

Juro que era lindísmo
el futuro
del pizarrón de cuarto grado.
Había toros, libélulas y ríos,
había trenes, palomas, y silos, y aeroplanos,
había campos, y escuelas, y edificios altísimos,
había vacas y ovejas
bellamente pastando.

Había una iglesia y un trigal
y un puerto con muchísimos barcos.
Al fondo, por supuesto,
un ancho sol naciente en amarillo,
con sus ojos, su boca, su sonrisa
en realidad
bastante parecido
al de la tapa del cuaderno “Sol de Mayo”,
pero de todos modos era una maravilla
aquel futuro
del pizarrón de cuarto grado.

Ah, si pudiera entrar en el futuro,
en el futuro aquel en seis colores,
del pizarrón de cuarto grado.
Cómo caminaría derechito
hacia el gordo sonriente en amarillo,
acogedor, humano.
Cómo andaría entre toros, libélulas y ríos,
y trenes, y palomas y aeroplanos.

A lo mejor iría
tomado de la mano
de algún chico decente, buenito, bien peinado.
Caminaríamos alegres y llenos de esperanza
porque, es claro,
el camino sería bello y fácil
como eran los caminos del futuro
en el lindo futuro
del pizarrón de cuarto grado.

Sin barreras, sin piedras,
sin pozos, sin semáforos.
Nadie nos pediría documentos
ni nos requisarían baleros subversivos,
ni nos sospecharían ladrones
o extremistas, o infiltrados.

Nadie nos metería, por supuesto,
en un atroz fantasmagórico Ford Falcon,
ni mucho menos iríamos a aparecer al otro dia
entre unos pastizales por Ezeiza
junto a un montón de cápsulas servidas,
ni dirían los diarios
con sus letras chiquititas y su fea sintaxis,
cosas como "se procedió a identificarlos".

No, no,
sencillamente no,
porque eso no figuraba para nada en el futuro,
porque eso la señorita no lo había dibujado
con borrador, y tiza y esperanza
en el prolijo y diáfano futuro
del pizarrón de cuarto grado.
El cual como se sabe estaba todo hecho
con tizas de colores
con un redondo sol de “Sol de Mayo”,
y una confianza buena,
de las viejas,
de esas que ya no se consiguen
ni pagando al contado.


* * * * *

Para entendernos

1) Se supone

Se supone que hay dudas sumamente poéticas,
tristezas avaladas por las musas,
y además endosadas por la Real Academia,
dulces melancolías que esmaltan los crepúsculos
de colores lindísimos.

Se supone que hay penas que ni hechas de medida
para extasiar niñitas,
soledades que casi son un coito
de perfectas,
angustias prestigiosas como heridas de guerra,
rompimientos ya escritos con ritmo de bolero:
debemos separarnos,
me acordaré, te acordarás, etcétera.

Se supone que hay tedios elegantes,
desvelos a los cuales
baja chisporroteando el genio desde el techo,
preguntas y temores que ocasionan sonetos,
neurosis aceptables, llevaderas, simpáticas,
borracheras que nacen con el sello de la celebridad,
cansancios que maduran en corazones sabios y de vuelta.

Se supone,
es lícito aceptar que existen,
que de acuerdo
a una bibliografía tan bella como extensa
ellos están allí,
demostrando, brillando, guiando, corrigiendo.

Se supone,
fácilmente se admite que deben existir,
no es mi intención negarlo, por supuesto,
simplemente
quería decir, con toda honestidad:
yo no.


2) Puntualizo

No que me falten dudas o tristezas,
ni que me encuentre en déficit de penas,
ni que sea pobre en soledad o miedos,
ni que no tenga una vulgar neurosis
donde caerme muerto.
No, nada de eso,
gracias a dios
yo tengo
mi cuentita en el banco del esgunfio
como cualquier mortal.
Sólo ocurre
que las penas son bichos nauseabundos,
la soledad voltea como el tifus,
los rompimientos vienen generalmente
con gritos, puertas, odios,
puteadas furibundas,
manos en el pescuezo,
y a veces con un llanto
blando, sonso, de niño , interminable,
mendigando un perdón.

Sólo que la tristeza
es sucia, miserable, asustada e inútil,
refractaria a la máquina
y a los lindos colores del crepúsculo.
Sólo que la neurosis,
que quiere que le diga,
se parece bastante a la idiotez.


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