martes, 26 de abril de 2016

Facundo D´Onofrio




4. 

De chico miraba con ojos grandes
la cara de la luna.
El cielo era un circo y las estrellas vértices de tiendas.
Me dijiste que no la mirara fijo
porque se enamora y no te deja
para nadie más.
Le tuve miedo a la luna
pero más miedo al amor.
Por las noches buscaba
cualquier charco de agua
y la miraba a través del reflejo
para que no se diera cuenta
de mí.

* * * * *

5.

Nunca pensé que el frío
diera tanta dicha.
Un abrazo de invierno puede más
que todo el verano.
El calor es un misterio entre dos personas.

Las plantas no pueden mentir
ni decir la sombra
sin embargo nosotros
no sabemos lo que ocurre
entre ellas y el mundo.

Pienso en cómo se ablanda
un corazón congelado.
Es como robarle un suceso
al pasado y darle
un sentido que no existe.

* * * * *

6.

Hay un escondite para la tormenta.
Si te lo digo ya no existe más.
s como el secreto
que al decirse
(aunque despacito y al oído)
deja de ser
es otra cosa
pero ya no un secreto.

Es un lugar oscuro
y puede darte miedo.
Pero allá no llueve y hay espacio
para acostarse
si uno se anima a dormir.

La entrada es un hueco.
Cuesta encontrarla
¡y qué difícil salir!
Pero no te preocupes por cosas
de las que se ocupará la noche.

* * * * *

9.

En círculos
recorrés
el inabarcable sol
con los ojos.
¿Qué hay del otro lado?
Si es que hay un otro lado
como en tus pensamientos.
Sin ojos
el inabarcable sol
te recorre en círculos.

* * * * *

10.

Prometí no involucrarme
en el sufrimiento de una estrella.
Tampoco en la fiebre
que empaña el aire
cuando nace la lluvia.
Ni en el rayo que lacera
la carne estrepitosa
del desastre.
Lo prometí en el patio
vulnerado y seco
del día después
junto a un limón empobrecido
que observaba
burlón
el sinsentido de las cosas.


* * * * *

33.

Hay, lo sé
un perro echado
en el rinconcito escondido
entre el banco de cemento
y el último árbol de la plaza
cuando cae el frío.
Ahí donde los perros se echan
porque aún quema:
quema el pasto
quema el cemento patinoso del banco
la tierra quema
queman cada una de las raíces del árbol
y sus hojas y sus ramas
queman también
quema el breve remolino
que se forma de repente
con el viento de la tarde
quema la tarde
hoy quema
y quemaba ayer
cuando jugábamos
a esa lenta escondida
de darnos un beso
hasta ser sorprendidos
por el invierno.

* * * * *

35.

Estábamos sentados a la mesa
en la cocina que daba al patio.
Habías llegado de trabajar.
Era una tarde de invierno
me enseñaste a escribir con pluma.
La televisión un murmullo
cada vez más lejano
pero recuerdo esa lapicera cuadrillé
y el mecanismo para colocarle el cartucho
como si la tinta aún estuviera fresca
y los años fuesen un engaño.

En el colegio pedían tinta azul
para vos era mejor que fuera negra.
Siempre pretendiste
educarme en solemnidades.

Hoy no mancho el papel con tinta
hoy completo todas las palabras
¿sabías, papá, ya entonces
que me enseñabas
a usar un armar?

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